lunes, 29 de septiembre de 2014

Quién... | Fábulas y cuentos cortos

Nuevo cuento corto que se titula : ¿Quién...? (Segundo premio IES Diego Angulo 2008)

     Se balanceaba lentamente hacia delante y hacia atrás. Estaba solo, acurrucado en un oscuro rincón de la habitación acolchada, inmovilizado por una camisa de fuerza. No podría escaparse, pero tampoco pensaba hacerlo, ni siquiera era consciente de estar allí, su mirada se perdía en el vacío, aterrorizada, torturada por algún recuerdo del que no podía escapar.
     - Por favor no... otra vez no... - susurraba entre balbuceos a la oscuridad de la habitación. Volvía de nuevo, no podía soportarlo, intentaba protegerse pero no había forma de impedirlo.
     Gritó con toda su alma pero no había quien pudiera escucharlo, estaba sólo...

     La luz le resultaba cegadora, a duras penas podía entrever la silueta de aquel hombre que, con voz potente y autoritaria, le gritaba.
     - ¿Por qué lo hizo?
     - Yo no fui se lo aseguro.
     - ¿Dónde estaba entonces?
     - Ya se lo he dicho, estaba trabajando.
     - Señor Gutiérrez, hemos llamado a su empresa, nos han dicho que fue usted despedido hace 8 meses por sus problemas con el juego.
     - Eso no... no es posible, yo estuve trabajando, y... y no he jugado en mi vida deben haberse equivocado.
     - No nos hemos equivocado, confiese de una vez.
     - ¿Por qué iba yo a matar a mi esposa? - rompió a llorar - yo la quería, la quería a ella y quería a mis hijos.
     - Su ex-esposa, la que le dejó y le quitó a sus hijos.
     - No... ustedes se están equivocando... yo nunca me he divorciado... y nunca he jugado a nada.

     - Adiós cariño - Carlos le dio un beso a su mujer como cada mañana antes de irse a trabajar, se despidió también de sus hijos, Helena y Pablo. Aún eran pequeños para ir a la escuela y ella, su amada Ana, se quedaba en casa para cuidarlos, lo había preferido a seguir trabajando.
     "A los niños deben educarlos sus padres, no llevaré a mis hijos a una guardería", era lo que siempre decía cuando alguien le insinuaba siquiera el tema.
     Salió contento, el día estaba despejado y un cálido sol iluminaba todo el barrio, un hermoso y tranquilo lugar en el que abundaban los jardines y los niños jugando.
     La vida le sonreía, tenía todo lo que pudiera desear: una mujer y unos hijos a los que amaba con locura, dinero, salud y un Mercedes clase E aparcado en la entrada, los negocios le iban bastante bien, el oficio de broker tenía sus rachas malas pero desde luego no era una de esas, no podía pedir nada más.
     Eran las ocho de la tarde, había sido un día descansado, la bolsa se había mantenido y apenas había tenido que hacer un par de operaciones de compra y venta. Y ahora llegaba el mejor momento del día, la hora de volver a casa y disfrutar de lo que más quería en el mundo. Pero no sería tal y como lo había planeado...
     Cuando entró en el salón de su casa todo estaba oscuro, llegó al interruptor de la luz, mejor no haberlo hecho nunca.

     - ¿Quién eres?
     - Soy tú.
     - ¿Tú lo hiciste?
     - ¿El qué?
     - Tú los mataste.
     - No me culpes de tus actos.
     - Me robaste mi vida.
     - Era mi vida también.
     - Lo estropeaste todo, yo era feliz.
     - Entonces por qué lo hiciste.
     - Yo no... fuiste tú.

     - ¡Alto, policía! - entró con un fuerte portazo y empuñando una pistola.
     - Los han matado... los han matado a todos - gemía aquel pobre desgraciado tumbado sobre el cuerpo de la mujer.
     Todo era un baño de sangre, pintadas de rojo las cortinas, los sillones, las escaleras... y junto a los tres cuerpos muertos, dos niños y una mujer adulta, el de un hombre mal vestido y con barba de muchos días que lloraba como alma que lleva el diablo, completamente cubierto de sangre.

     - ¿Carlos? ¿Qué haces aquí? Sabes que el juez me dio una orden de alejamiento, no me obligues a llamar a la policía.
     No hubo más, le hundió el puñal en el pecho. A partir de ahí sólo sangre, gritos, llantos, un mar incontenible de dolor que lo inundaba todo.

     - No, me obligues a verlo otra vez, por favor.
     - Tú lo hiciste.
     - No, no fui yo... fuiste tú... fuiste tú... yo los quería más que nada... - el llanto se ahogó en la oscuridad de la noche, en el silencio de aquella habitación acolchada, donde el recuerdo de lo que ni en sus peores pesadillas hubiera llegado imaginar lo torturía el resto de sus días...

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